El pasado 19 de mayo, el Grupo Vasco del Club de Roma organizó una nueva conferencia-debate con la intervención de Alicia Valero, directora del grupo de investigación de Ecología Industrial en el Instituto CIRCE y profesora titular en la Universidad de Zaragoza.
Alicia Valero inició su conferencia centrándose en la transición ecológica y digital y las consecuencias que acarrean.
Para ayudar a comprender la magnitud de las cuestiones planteadas, comenzó su conferencia desde una visión local y presentó un análisis de la huella ambiental de la Biorregión del Bioebro. Está área, que abarca toda la zona de influencia del Ebro, desde Cantabria hasta las Islas Baleares, y que en conjunto necesitaría más de cuatro planetas, si todo el mundo consumiera como en esta región.
España ha alcanzado ya en mayo el día de sobrecapacidad de la tierra, hemos agotado los recursos que se pueden regenerar en un año.
Para reducir la huella ecológica, se ha planteado hacer una transición energética, focalizada sobre todo en electrificar todo lo que sea posible y sustituir los consumos de combustibles fósiles por energías renovables.
Para ello, en el caso de la Biorregión, de aquí a 2050 habría que instalar en torno 14.000 y 15.000 km2 de superficie de renovables. Esto implicaría reducir la huella ecológica a cerca de dos planetas, así que las renovables no son suficientes.
Aquí se plantea la primera interrogante: Esta capacidad supone la superficie de Huesca o del País Vasco. ¿Dónde instalamos? Según el escenario tendencial, hay unas desigualdades brutales. Unas harán mucho sacrificio y otras serán las grandes consumidoras. Algunas con capacidad 7 veces superior a su propia demanda.
Esto tiene consecuencias sociales, como las protestas populares por la instalación de megaparques en áreas naturales.
Multidependencia de materias primas
Por otro lado, todos estos equipos “verdes” (molinos eólicos, paneles fotovoltaicos, coches eléctricos…) requieren una cantidad y diversidad de materias primas enorme, entre ellas tierras raras. Así, vamos a pasar de una dependencia de combustibles fósiles a una multidependencia de materias primas extremadamente críticas.
El problema de las tierras raras es que se extraen de dos minerales, principalmente. El mayor productor (70%) es China. Ahora los buscamos en otras partes para no depender tanto. Pero China es además el principal proveedor no solo de tierras raras, sino de todas las materias primas necesarias para la transición energética.
Cada vez necesitamos más cantidad y variedad de materias primas, lo que está llevando a una extracción exponencial de materias primas. Estamos en el punto de inflexión. El comportamiento exponencial se da en la explotación de todos los recursos naturales limitados.
La depredación de la naturaleza crece a un ritmo del 2,8% anual, en una generación consumiremos el doble que hoy, y en 25 años habremos consumido tanto como en toda la historia de la humanidad.
Poniendo como ejemplo el cobre, en lo que llevamos de siglo XXI hemos extraído tanto cobre como en toda la historia de la humanidad. Y muy parecido en otros materiales como oro, plata, zinc, níquel…
La escasez de materias primas y rupturas en la cadena de suministro es estructural, y las minas se agotan. Estamos alcanzando el pico de producción de recursos y con una demanda exponencial no hay reservas suficientes para llevar a cabo la transición energética en todo el planeta.
Todo ello conlleva además gravísimos impactos ambientales y consecuencias sociales muy importantes. Y hasta la Agencia Internacional de la Energía reconoce el problema de las materias primas.
Hay 14 elementos, como mínimo, cuya demanda se superará en el periodo 2016-2050. Y los gobiernos están preocupados, sobre todo por esa dependencia del exterior.
Los impactos de la transición digital
Por otro lado, la transición digital también consume un montón de elementos escasos. Los grandes centros de datos consumen una cantidad ingente de materias primas, además de energía.
Los equipos más eficientes desde el punto de vista energético son extremadamente ineficientes desde el puno de vista de materiales.
Por ejemplo, una bombilla incandescente es muy ineficiente energéticamente, pero tiene pocos materiales. Las led, en cambio, son muchos más eficientes, pero tienen muchísimas materias primas que no se reciclan. O el caso de los fluorescentes, que se envían a tratamiento no para reciclar, sino para evitar que el mercurio que contienen contamine.
Algo similar pasa con los vehículos eléctricos y de combustión. En este caso, como por normativa hay que reciclar un 95% en peso del vehículo, lo que esencialmente se recicla para alcanzar ese porcentaje es hierro, aluminio y cobre. Pero hay un montón de elementos extremadamente escasos en ellos que no se recuperan.
En el caso del cobre, un coche eléctrico necesita 4 veces más que uno de combustión. Para 2035 se duplicará la demanda, y para cubrirla será necesario encontrar todos los años el equivalente a la mayor mina del mundo de cobre. China necesita el 50% de ese cobre y está comprando terrenos ingentes de África, Latinoamérica… y participando en las empresas mineras.
Y en Europa no se explotan minas, y dependemos de Latinoamérica, China… para el suministro de materias primas.
Economía circular
Por ello, hay que ser más eficiente y hay que promover la economía circular, pero hay que mirar todos los condicionantes.
Hay mas oro en las placas electrónicas que en las minas, casi 100 veces más. En los Juegos Olímpicos de Tokio, se usaron 80 toneladas para hacer las medallas de los atletas.
En España, el 82% del valor de los elementos de los residuos electrónicos se pierde por falta de recogida. El 50% del valor de lo que se recupera es aluminio. Y el 99% de los materiales esenciales para la transición energética se pierden y se envían a otros países como residuos.
¿Por qué no reciclamos? Porque estos aparatos están formados por 30 o más elementos que son imposibles de recuperar funcionalmente. Es como mezclar azúcar y sal
No existe la economía circular, porque siempre hay pérdidas, por eso lo llamamos economía espiral, ya que en cada ciclo siempre se pierde una pequeña cantidad. Y aún estamos muy lejos de ese modelo. Intentamos reciclar un vehículo eléctrico con las tecnologías de recuperar un 600.
No basta con recuperar el 95% de un coche, porque en el 5% restante están las materias primas necesarias para la transición.
El problema es que se necesitan prácticamente tantos procesos de reciclado como aparatos existen, lo que lo hace completamente inviable.
Calidad de productos y calidad de procesos
En este contexto, ¿qué podemos hacer? ¿Es mejor eficiencia energética o de materiales? Ambas. Necesitamos calidad en los productos. Hay que volver a la “ingeniería del botijo” (eficiente, robusto, fácil de reciclar…).
Y necesitamos también calidad en los procesos: una fábrica de automóviles produce un conche cada dos minutos, pero es incapaz de desensamblar un solo vehículo. En el diseño del producto habría que asegurarse de que este sea fácilmente desmontable para reutilizar sus piezas.
El capital mineral es un patrimonio natural de los que viven hoy pero también de los que nacerán. Debe valorarse de forma justa para crear un verdadero sentido de la conservación.
La era de la abundancia ha llegado a su fin. Hay un descenso del suministro de las materias primas, y no es un problema coyuntural. Estamos llegando a los limites planetarios. Es nuestra responsabilidad para con las generaciones futuras, y cuanto antes reconozcamos el problema, mejor preparados vamos a estar.
A continuación están disponibles la presentación y los vídeos de la conferencia y el debate.
Alicia Valero Delgado es Dra. ingeniera química por la Universidad de Zaragoza. Además de en esta universidad, se formó en la TU Berlin, Paul Sabatier de Toulouse y el British Geological Survey. Actualmente dirige el grupo de investigación de Ecología Industrial en el Instituto CIRCE y es profesora titular en la Universidad de Zaragoza.
Su actividad investigadora se ha centrado en la búsqueda de soluciones de eficiencia en el uso de los recursos y la aplicación de la termodinámica para evaluar el capital mineral de la Tierra, tema en el cual lleva trabajando más de 15 años y por el cual ha recibido cuatro reconocimientos internacionales. Entre sus publicaciones, destaca su libro en coautoría con Antonio Valero: “Thanatia, the destiny of the Earth’s mineral resources” (WSP, 2014). A este último se le unen más de cincuenta publicaciones en revistas científicas y capítulos de libro, así como de numerosas comunicaciones en congresos internacionales. Ha participado en una treintena de proyectos nacionales e internacionales, todos relacionados con el estudio y la optimización de energía y materiales. Forma parte de varios grupos de expertos internacionales sobre materias primas críticas.