El Grupo Vasco del Club de Roma celebró el pasado 25 de noviembre una interesante conferencia-debate con la intervención de Helena Matute, catedrática de Psicología y directora del Laboratorio de Psicología Experimental de la Universidad de Deusto. Bajo el título “El metaverso desde el punto de vista psicológico”, el encuentro sirvió para conocer los riesgos que el metaverso presenta y que tenemos que controlar como sociedad.
Algunas obras de literatura de ciencia ficción (Snow crash, Ready player one…) ya adelantaron hace años las posibilidades del metaverso y los riesgos que representaba, sobre todo para una sociedad en la que hay cada vez mayor riesgo social y donde las personas pueden acudir a ese mundo virtual en busca de una vida mejor, pese a ser algo absolutamente ficticio e irreal,
Helena Matute explicó como los grandes magnates de las nuevas tecnologías están fomentando el metaverso, ese universo virtual en el que con unas gafas puedes interactuar con la inteligencia artificial -con lo que nunca sabrás si quien tienes delante es realmente un humano- y dotado de realidad virtual y realidad aumentada -con sensores de tacto, olfativos…- que convertirán la experiencia en algo muy real para los sentidos.
Bien es cierto, tal y como explicó Matute, que la realidad aumentada ha resultado de gran utilidad en el ámbito de la psicología, usándose por ejemplo para abordar fobias. Y la realidad virtual, que es aún más inmersiva, se ha aplicado, por ejemplo, para tratar a maltratadores. Es decir, son tecnologías que dan mucho realismo y que bien utilizadas pueden traer muchos beneficios a la sociedad.
Actualmente no sabemos cómo va a quedar el metaverso. El mundo empresarial, académico… están preocupados por este tema, por si deben tener presencia en el metaverso. No sabemos tampoco cuántos metaversos va a haber, ni en cuál estar o invertir.
Pero sí sabemos mucho de estas empresas tecnológicas y como roban y usan nuestros datos. Muchas de ellas viven precisamente de eso, de robar datos. Y los usan para manipularnos. El objetivo es tener cuanta más gente mejor haciendo clic a sus clientes.
Con el lanzamiento del metaverso, ahora su interés pasa por que estemos con las gafas que nos meten en esa realidad alternativa y nos de igual el resto.
Inteligencia Artificial
A través de la Inteligencia Artificial (IA), estas empresas pueden manipular nuestras emociones, de hecho, ya lo están haciendo y lo están estudiando. Cuanto mejor entiendan nuestros gestos y emociones mejor podrán fingirlo en el metaverso. Esto se está aplicando ya a los robots, capaces ya de comunicarse, fingir emociones y reconocer las nuestras.
Helena Matute puso el ejemplo de la película Her, en la que el protagonista tiene un teléfono con IA que le escucha. Y describe esa manipulación humana. Pero en el metaverso no será un móvil sino una persona, dulce, atractiva…
Estas empresas hacen millones de experimentos con humanos cada día, a años luz de lo que consiguen hacer los investigadores académicos, que necesitan permisos, consentimientos, etc. Y llevan años contratando psicólogos para eso.
La inteligencia artificial que buscamos es sumisa, agradable… y de hecho los sistemas de asistencia digital (Alexa, Siri…) son siempre mujeres Hay una gran dosis de machismo también en esto.
Los rostros creados hoy día por IA ya son indistinguibles de los reales, y lo que es más importante, son más creíbles, más confiables. La IA ya sabe que tipo de cara nos gusta más.
En investigaciones en residencias de ancianos se ha visto que las personas mayores se encariñan mucho con los robots con IA y les acaban contando más cosas incluso que a su familia o a su enfermera. ¿Pero quién controla lo que se le está contando a esa máquina? ¿A donde va esa información? ¿Se va a borrar cuando acabe la conversación? (esto sería lo ideal).
Visto esto, esta manipulación puede decidir lo que leemos, a través de un algoritmo de IA. Saben qué es aquello que nos va a hacer pasar más tiempo en su web o en su aplicación.
Varios experimentos realizados en la Universidad de Deusto por el equipo de Matute han demostrado cómo las personas voluntarias mostraban más aprobación por aquellas personas supuestamente recomendadas por la IA (que en realidad era ficticia). Esto demuestra que en política puede haber una influencia, al menos a primer nivel.
En los humanos existe también lo que se llama el sesgo de familiaridad, es decir, que nos fiamos más de quien nos resulta familiar. Esto lo saben las empresas tecnológicas y lo usan con nosotros.
Economía de la atención
Estamos viendo que modifican nuestro comportamiento, están explotando nuestros sesgos cognitivos (errores de razonamiento, percepción, memoria…), la psicología de la persuasión, la psicología de las emociones, de la personalidad, de la atención.
Lo que quieren estas empresas no es otra cosa que conseguir nuestra atención. Alguna ha llegado a decir que su verdadero competidor es el sueño, lo que demuestra hasta qué punto estamos en una economía de la atención.
Las IA aprenden, y aprenden mucho. Una de las formas más básicas de aprender es por reforzamiento; después viene la modificación de la conducta, etc. Y ahí volvemos a lo de antes, la IA aprende por reforzamiento cada vez que damos a me gusta o hacemos clic a un enlace.
La IA ya es capaz de ser mejor que los humanos en muchísimos dominios. Lo que nos salva, de momento, es que no es, ahora mismo, una inteligencia general. Puede ser muy buena en una cosa y no en otras.
Y respecto a los más pequeños, Helena Matute recordó la necesidad de protegerlos, ya que un niño enganchado en una de estas aplicaciones está jugando contra un algoritmo muy potente.
¿Pero de quién es la responsabilidad? ¿Del usuario que le ha enseñado, del creador, del que lo vende sin explicar sus posibles sesgos…?
Matute concluyó su conferencia pidiendo precaución, porque tenemos una tecnología que es muy poderosa, que puede llevar a un florecimiento de la humanidad, pero que también nos puede hundir y ser realmente peligrosa. El problema no es técnico, es humano, social, político… y la única forma de solucionarlo es que hay que regularlo. El freno que está poniendo Europa se empieza a copar en otros países como India, Canadá, Australia…
“Debemos tener claro que no necesariamente todo lo que pueda hacerse hay que hacerlo”, concluyó Matute.
Sobre la ponente
Helena Matute es catedrática de Psicología y Directora del Laboratorio de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto. Ha sido investigadora visitante en las universidades de Málaga, Gante, Minnesota, Sídney y Queensland. Investiga el funcionamiento de la mente humana y cómo nos afecta la tecnología desde el punto de vista psicológico. Ha publicado más de 80 artículos en las principales revistas científicas internacionales de su área de investigación. Ha sido Presidenta de la Sociedad Española de Psicología Experimental, y miembro del Consejo Científico Asesor de FECYT, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología. Es miembro de número de Jakiunde, la Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras del País Vasco. Ha recibido el premio a la Carrera Científica, otorgado por la Fundación Ikerbasque en 2020; el premio Sanitarias, otorgado por Redacción Médica, en 2021, así como los premios JotDown y Prismas, ambos por su labor de divulgación científica. Entre sus libros destacan “Psicología de las Nuevas Tecnologías” (2012) y “Nuestra Mente nos Engaña” (2019). Su página web está en https://helenamatute.wordpress.com/. Twitter: @HelenaMatute